sábado, 15 de agosto de 2015

Escombros.

Egon Schiele

Sigo aquí, en este mismo lugar. 

He querido agarrar su rostro y besarlo por un buen rato, recostarme en su clavicula y permanecer ahí hasta que pase esta tormenta veraniega de polvo y llanto, como un abrazo eterno,  pero él no está y yo solo imagino mi respiración cortante, tragar su olor mientras se incrusta en mis pulmones, mientras lo guardo como un tesoro. Eso es lo que tengo, un recuerdo que cada día que pasa se me antoja más lejano. El charco que encuentro en mi habitación estoy empezando a usarlo para bañarme y resguadarme del calor seco de estos día que se me presentan como un puñal miserable que se clava en mi espalda y en mi garganta. 

Tengo que reconocerlo, se ha apoderado de mí un asqueroso sueño que me repugna, cada mañana cuando amanezco inteto sobrepasarlo para que no haga más sangre de la que ya hace cada noche conmigo. No, no estoy segura en este lugar, lo se, pero intento sobrevivir de la mejor manera que se, por ahora creo que está sirviendo, no se por cuanto tiempo podré permanecer intacta, ya siento los rasguños en mi espalda, yo los tapo cada mañana con ropa limpia pero no se si llegarán a mi rostro y de ser así no adivinaré la manera, ya siento que se hace más pesado invertar algo nuevo. 

Sigo aquí, en este mismo lugar.

Ahora todo se construye de recuerdos que se asemejan a casas derruidas con pilares que sujetan los escombros de una antigua ciudad próspera. Yo permanezco en medio contemplando la escena. Ya mi espalda no se apoya en ninguna puerta porque las puertas han desaparecido. Intento recordar algo, lo más mínimo, eso que me haga regresar a un lugar plácido en el que recostarme, pero los recuerdo se me vuelven tan difusos y contradictorios que no son más que retales malgastados de sucesos tan pasados que se me pierden en la yema de los dedos.

Veo rostros, el suyo es el más cercano y aún así es tan lejano que me produce un dolor estrepitoso en la garganta, no puedo hablar porque todo carece de sentido ya. Permanezco sentada, contemplando las paredes destrozadas tiradas por toda la sala, creo que antes debío de ser un salón de lo más confortable, pero ahora solo puedo mirar, solo observar el caos, el desorden, el dolor, porque al final todo se transforma; el dolor de todo lo que fue y lo que ahora queda.

Intento rescatar algo, por poco que sea, pero todo son piezas fallidas, a veces creo que yo he destrozado la nave por estar en esa misma posición todo el tiempo. Tengo un llanto ajeno incrustado en mis pulmones, también creo que dejó de ser ajeno hace tiempo, sin embargo prefiero darle la distancia adecuada para no engancharme a él.

Creo tocar su pelo, pero no reconozco sus facciones, eso es lo que menos me importa ahora mismo, yo lo acaricio con los ojos cerrados mientras imagino mis dedos en ese pelo largo y grasiento; respiro todo lo hondo que puedo para que no se claven en mí todos los pedazos desmigados de la sala. ¿Cómo puede extrañarse tanto aquello que sucedió entre cuatro paredes llenas de aire y ensayos? No hay ningun personaje aquí, pero sigue ese sueño que me persigue desde hace tiempo, la casa en llamas y su inquilino, el vino, la chimenea, los libros, los discos, sus ojos mirandome fijamente; aquella fotografía que ya no está. El sueño me regresa todo aquello que tiré en el aire para que se lo llevase lejos de mi, pero no se puede olvidar eso que tuvo lugar, porque cuando algo ya ha sucedido en el momento que menos lo esperas regresa para restregarse en tu cara.

Se que el del sueño no soy yo, que nunca seré yo, pero ahora dudo de que él piense que yo podría ser como esa pesadilla, y eso, eso, hace que todos los escombros se rompan en mil pedazos cortantes y asfixiantes que me rodean por todas partes. Ahora los recuerdos empiezan a convertirse en una verdadero espacio inhabitable en el cual he de permanecer. 

Y permanezco, creanme cuando digo que permanezco. Y sobrevivo, de una extraña forma sobrevido, pero echo de menos algo, echo de menos algo que he dejado de saber, quizás sea el contacto de su piel con mi piel, quizás es más sencillo aún y por eso dudo, y por eso constantemente dudo que volver a abrazarlo sea algo real.





martes, 11 de agosto de 2015

¿Sofía?

Janusz Jurek

Sofía se pega un puñetazo en la nariz, él pasa con un viejo coche color rojo por la cuesta de enfrente, no reconoce su rostro, el de él, y se queda atónita contemplando la escena. Sangre bajando por su cuello, eso es lo que menos importa, sabe que duele. También sabe que hay dolores más profundos, que calan más allá de la piel.

Escucha un ladrido a lo lejos, ella maúlla mientras se arrastra por el suelo. El gato está en un contenedor, lleno de viejas liendres, el ladrido viene de un callejón oscuro lleno de viejas moscas. Sofía sabe que cada cual, ladrido y maullido, contienen dialogo propio, un lenguaje viejo, raído y malgastado. Y ella lo recuerda a él, y se vuelve transparente, quizás entendió demasiado bien aquello que le dijo. Y ahora siente que el valor ha de nacer en cada ser. No puedo verla bien. No, no la veo bien.

Quiero llamarla, pero no salen palabras de mi boca, quiero llamarla con fuerza, pero siento una patada fuerte en el estómago, mientras alguien me agarra la espalda y me pilla indefensa. Veo una sonrisa obscena en el rostro de una vieja conocida, esta vez la patada no me deja noqueada y la agarro de los hombros mientras la miro a los ojos. Esta vez no. Esta vez tengo que inventarme un idioma de signos para que Sofía pueda verme. Tengo que explicarle que no se deje arrastrar, que no se deje caer, que se levante y se limpie la sangre, que vuelva a sí. Tengo que explicarle que su lenguaje también es el mío, también es el de él.

Yo se que ella lo sabe, pero tiene que creer que es verdad, que es verdad eso que sabe, que no es una locura, que no es una enajenación propia, no voy a dejar que se rinda, yo no voy a dejar que se rinda. Pero, ¿Donde está?

¿Sofía?