lunes, 17 de octubre de 2016

La mujer vieja.

Robin Eley.

Kolontai dice cosas, me las ha susurrado esta noche otra vez mientras el mundo pensaba que dormía. No hay verdad ni mentira en lo que dice, todo puede ser. Pero los sueños me muestran que yo no puedo ser la mujer nueva. 

A la mañana un hombre llora su propio llanto, un llanto que no conozco, que no sé de donde procede. Sería mentira decir que no importa, que no es mi guerra pero yo no puedo ser la mujer nueva y desprenderme. No, al menos no así. La mujer nueva debe saber ocultar el dolor en las tripas y caminar, mi dolor está en la piel, cualquiera puede olerlo, cualquira puede hacerse una idea de él.

Intento sin remedio que todo cuadre que todo case pero lo esencial, lo invisible no vuelve a su forma. Esta tierra se está regando con saliva y lágrimas. Ni siquiera hay sangre que caliente. La sal crece por dentro. Ahora hay sal y un puñado de nada que me hace estar constantemente en alerta. Mi casa se fue. No tengo casa. Soy menos que una nómada y cada mañana me debato entre Angélica Lidell y Alejandra Pizarnik.

lunes, 25 de abril de 2016

¿Qué es él?

Chamo San


Sofía no está, se ha ido. La echo de menos, me ha dejado un hueco vacío en el pecho de esos que duelen de sequedad y oscuridad. Cada vez queda menos llama y no sé dónde centrar mi mirada para contemplar. Ya no tengo ni a donde ni a quien contemplar.

Mi lengua está mordida por un perro viejo mientras, ahí afuera, hay una lluvia de piedras pesadas que golpea la carne de los cuerpos unidos con finos hilos de resistencia. También le echo de menos a él como siempre hice pero quizás no sea más que una ilusión angustiante. ¿Quién es él? ¿Qué es él? ¿Dónde está él? y ¿Por qué ya no está Sofía aquí? y ¿Por qué no está él aquí?

Alguien me besa los labios y sin darme cuenta estoy caminando hacía otra dirección, de repente llaman al teléfono y he de tomar la decisión si contesto o si sigo caminando. Pero antes de tomar la decisión siento como mis ojos empiezan a llorar y yo lloro con ellos, y no puedo dejar de hacerlo. ¿Alguna vez estuviste aquí? ¿Alguna vez fuiste real? Rondan por mi cabeza preguntas que rebotan de un lugar a otro de mi cerebro. No veo ningún rostro hasta que empiezo a sentir la mucosidad que baja de mi nariz y entonces los rostros se acumulan como cromos de fútbol.

De repente un extraño flash de muchas imágenes me estremece los pezones: una mano rozando mi entrepierna, un mordisco en los labios, unos ojos que me miran con deseo, una conversación al oído, mis labios besando un cuello y mi nariz oliendo un perfume, un abrazo con fuerza de mi cuerpo con otro cuerpo, una mano que agarra mi mano y me lleva tras ella hacía una habitación sin luz alguna, una lengua dentro mi boca jugando con mi lengua mientras mi espalda está apoyada en la pared de ese oscuro cuarto. He de pararme para en el primer escalón que encuentro en la calle. Ahora las lágrimas salen como el nacimiento del río Guadalquivir, sin cesar, y van formando pequeñas ramificaciones en mis mejillas. ¿Quién es él? ¿Qué es él? ¿Dónde está él? y ¿Por qué no está él aquí?

¿Por qué no estás aquí? Mira justo enfrente y creo reconocer a la mujer que acaba de pasar, la observo casi miope y torpemente. Es Sofía, sí, es ella, ahora la veo, pasa andando ligero, casi no puedo guardar la escena en mi cabeza. Ella ya no está, ahora solamente quedo yo. Y tengo la sensación que será así por mucho tiempo. Ahora es una mujer extraña, ajena, casi no he podido ver nada, solo prisa y una faz. Eso sinceramente me aterra.

Ya no hay lágrimas, miro el teléfono que acaba de vibrar y veo que he recibido un mensaje, lo leo, sin embargo no puedo descifrar tan extrañas palabras, respondo automáticamente. Un segundo después vuelvo a tener otro flash: Sofía está follando con él (es un recuerdo lejano, tanto que huele a libro antiguo que es abierto después de muchos años de conserva), entonces un fuerte dolor de sien se me instaura en la cabeza y el hueco vacío del pecho se empieza a expandir. ¿Quién es él? ¿Qué es él? ¿Dónde está él? y ¿Por qué ya no está Sofía aquí? y ¿Por qué no está él aquí? No, no es Sofía la que folla con él, soy yo y tengo la pesada sensación de que él tardará mucho en llegar, el mismo tiempo que tarde yo en dejarle entrar. 

Sigue lloviendo, fuera y dentro, piedras pesadas y yo sigo sin saber hacer que se transformen en agua transparente. Yo no se matar al perro para que no me muerda más le lengua quizás tenga que marcharme. 

Mientras sigo pensando en una única pegunta ¿Qué es él? y no hallo la respuesta.

Andrej Mashkovtsev