Chamo San |
Sofía no está, se ha ido. La echo de menos, me ha
dejado un hueco vacío en el pecho de esos que duelen de sequedad y oscuridad.
Cada vez queda menos llama y no sé dónde centrar mi mirada para contemplar. Ya
no tengo ni a donde ni a quien contemplar.
Mi lengua está mordida por un perro viejo
mientras, ahí afuera, hay una lluvia de piedras pesadas que golpea la carne de
los cuerpos unidos con finos hilos de resistencia. También le echo de menos a
él como siempre hice pero quizás no sea más que una ilusión angustiante. ¿Quién
es él? ¿Qué es él? ¿Dónde está él? y ¿Por qué ya no está Sofía aquí? y ¿Por qué
no está él aquí?
Alguien me besa los labios y sin darme cuenta
estoy caminando hacía otra dirección, de repente llaman al teléfono y he de
tomar la decisión si contesto o si sigo caminando. Pero antes de tomar la
decisión siento como mis ojos empiezan a llorar y yo lloro con ellos, y no
puedo dejar de hacerlo. ¿Alguna vez estuviste aquí? ¿Alguna vez fuiste real?
Rondan por mi cabeza preguntas que rebotan de un lugar a otro de mi cerebro. No
veo ningún rostro hasta que empiezo a sentir la mucosidad que baja de mi nariz
y entonces los rostros se acumulan como cromos de fútbol.
De repente un extraño flash de muchas imágenes me
estremece los pezones: una mano rozando mi entrepierna, un mordisco en los
labios, unos ojos que me miran con deseo, una conversación al oído, mis labios
besando un cuello y mi nariz oliendo un perfume, un abrazo con fuerza de mi
cuerpo con otro cuerpo, una mano que agarra mi mano y me lleva tras ella hacía
una habitación sin luz alguna, una lengua dentro mi boca jugando con mi lengua
mientras mi espalda está apoyada en la pared de ese oscuro cuarto. He de
pararme para en el primer escalón que encuentro en la calle. Ahora las
lágrimas salen como el nacimiento del río Guadalquivir, sin cesar, y van
formando pequeñas ramificaciones en mis mejillas. ¿Quién es él? ¿Qué es él? ¿Dónde
está él? y ¿Por qué no está él aquí?
¿Por qué no estás aquí? Mira justo enfrente y
creo reconocer a la mujer que acaba de pasar, la observo casi miope y
torpemente. Es Sofía, sí, es ella, ahora la veo, pasa andando ligero, casi no
puedo guardar la escena en mi cabeza. Ella ya no está, ahora solamente quedo
yo. Y tengo la sensación que será así por mucho tiempo. Ahora es una mujer
extraña, ajena, casi no he podido ver nada, solo prisa y una faz. Eso
sinceramente me aterra.
Ya no hay lágrimas, miro el teléfono que acaba de
vibrar y veo que he recibido un mensaje, lo leo, sin embargo no puedo descifrar
tan extrañas palabras, respondo automáticamente. Un segundo después vuelvo a
tener otro flash: Sofía está follando con él (es un recuerdo lejano, tanto que
huele a libro antiguo que es abierto después de muchos años de conserva),
entonces un fuerte dolor de sien se me instaura en la cabeza y el hueco vacío
del pecho se empieza a expandir. ¿Quién es él? ¿Qué es él? ¿Dónde está él? y
¿Por qué ya no está Sofía aquí? y ¿Por qué no está él aquí? No, no es Sofía la
que folla con él, soy yo y tengo la pesada sensación de que él tardará mucho en
llegar, el mismo tiempo que tarde yo en dejarle entrar.
Sigue lloviendo, fuera y dentro, piedras pesadas y yo sigo sin saber hacer que se transformen en agua transparente. Yo no se matar al perro para que no me muerda más le lengua quizás tenga que marcharme.
Mientras sigo pensando en una única pegunta ¿Qué es él? y no hallo la respuesta.
Andrej Mashkovtsev |