lunes, 19 de junio de 2017

El hombre con el que me pasé...

 
Fotografía de Jean Moral.

Una vez escuché hablar que el hombre con el que me pasé cinco años de mi vida había vivido en Chicago. Por lo que decían tuvo que salir a prisa ya que era perseguido por una mafia de gángster a la que perteneció desde joven. Cuando lo conocí me contaba historias que hacían referencia a la Ley Seca y los calvarios que tuvieron que pasar los contrabandistas para poder servir bebidas a los bares estadounidenses. Me relajaba escucharlo contar esos relatos que parecían fábulas inventadas. Nunca pensé que todo había sido parte de un pasado que ya le quedaba demasiado lejos.

Yo por aquella época regentaba un circo de cebras salvajes que me domaban cada noche. Vivía en Rusia y había escapado de él cansada de no tener qué llevarme a la boca y de todas las palizas que recibía. Las cebras exigían de mí más de lo que yo podía pedir de ellas. El espectáculo consistía en salir a la pista y dejar que ellas danzasen sobre mi cuerpo ligero y pequeño. Cuando conocí al hombre con el que pasé cinco años de mi vida presumí de ser una gran domadora de cebras... no le conté toda la verdad, odiaba el arte de la doma. Además yo había sido "rescatada" de las calles de Petersburgo por un hombre corpulento que la primera noche me violó y me obligó a trabajar en su compañía. 

El hombre con el que pasé cinco años de mi vida tenía un nombre parecido al de las bandas de rock que nunca escuché y me miraba con ojos nobles. Una vez le vi llorar. Una vez le hice llorar. Después de ese día todo fue un holocausto de sentimientos chocando los unos contra los otros hasta acabar por destrozarnos la carne viva. Volvíamos a esquibar el golpe mortal que acabó con nostoros.

Aún ambos seguimos preguntándonos qué ha de ser del amor solo que ahora dormimos demasiado lejos para darnos una respuesta que nos satisfaga. Con demasiado frío. Con demasiada angustia.

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