miércoles, 11 de febrero de 2015

Sofía bermeja.

(Biónica)
                                  


Sofía está envuelta en mantas, no sabe cómo han llegado allí ni quien la ha cubierto. Ya no tirita como antes, ahora agoniza sobre un fuego que no calienta.

Se ha hecho un corte en el pecho izquierdo, profundo, necesita tocarse el corazón suavemente; hace semanas que no lo siente latir y esta bastante preocupada. Mete la mano en la raja provocada, no atina a tocar exactamente el lugar donde esta ese corazón idiota que ha dejado de bombear. La sangre, que esta bajándole por todo el tórax hasta los tobillos, esta creando un charco demasiado grande e inconcebible. 

Ella sigue a lo suyo, busca incansablemente tocar su propio corazón, obstinada y taciturna no presta atención al charco rebosante, al flujo que ha calado las mantas y el trozo de sofá donde está tumbada.  Se siente letargo, cada vez más dormida, sin fuerzas, sus manos (porque ya ha metido las dos dentro del corte), no le responde. 

De repente, sin saber ya el porqué, el lagrimal empieza a llenarse de un agua salada, la nariz de una mucosa espesa, no atina, por más que insiste, no atina. Se dice - ¿Dónde estás? - hablándole a su órgano camuflado. Sus ojos se cierran, por un segundo efímero toca la orejuela derecha, sintiendo una viscosidad eterna -pura causalidad-. Sobresaltada mínimamente mira a su alrededor y ve el estanque bermejo, se siente metida dentro de él, luego olor a óxido y un líquido entrando por sus fosas nasales. 

Dicen que la encontraron llena de sangre roja y de otros fluidos, en una casa que no era siquiera suya, demasiadas deudas consigo misma cuentan las malas lenguas; los amigos y las amigas cogieron su cuerpo y se lo echaron para comer a los quebrantahuesos, ella así lo hubiera querido.


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