viernes, 27 de diciembre de 2013

Realidad dual.



Se me empezaba a incrustar en el costado una espina tan pesada que me constaba respirar. De repente dí una arcada de fuego ácido y tras ella le siguieron muchas más. 

Había vómito por toda la habitación, en el suelo, en la mesita que había justo enfrente de mi, en la pared cayendo a borbotones. No había ningún maldito lugar que se hubiera librado de aquel asqueroso líquido que salió directo de mi boca a parar por cada rincón de aquel apestoso lugar.

Mi lagrimal había rebosado y mis mejillas estaban cubiertas de sal. No, no me sentía mejor, pero al menos había sacado algo de dentro. La espina seguía ahí, seguía produciéndome dolor, seguía provocando arcadas, seguía jodiéndome, como cada día que me levantaba. 

Ahora tenía una habitación que limpiar y un invitado que no paraba de hablar, sentado en la silla, con las faldillas de la mesita por encima de los pies. 

Él también estaba cubierto de vómito.








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