jueves, 27 de febrero de 2014

Tan.







Pisé la hierva a mi alrededor, 
despacio, calmada, serena. 
Me detuve a sentir 
mis pies hundirse en ella.

Cerré los ojos y respire hondo... 

Una rafaga de luz turbió mis ojos, 
pestañeé apenas un segundo 
mientras un extraño aroma 
a primavera rozaba mis mejillas; guardé 
la primavera en mis pulmones y 
suavemente la sople por la boca. 

Al abrir los ojos vi delante, 
justo delante, 
esa extraña criatura, 
tan pura, 
tan limpia,
tan bella, 
con elegancia magistral.

Deje de pensar...

Tan viva como nunca llegué a sentirme 
me reencarné 
en todo lo que aquello 
significaba para mi.

Salté y por un segundo... Volé. 


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