Agoera |
En la inmensa selva. Madrid. Habitar de forma instantánea. La
oficina, las luces que deslumbran mis ojos, la calefacción demasiado alta. Llamada.
Llamada. Llamada tras llamada. Gracias por llamar al B.S.
Compañeros de trabajo que no conoces aún, que no sabes si te caen bien, algunos no sabes si tienes
que soportarlos por mera supervivencia o si simplemente asumes que no hay más
opción. Compañeros con los que tienes cierto vínculo que tienen un horario distinto, que trabajan en otra planta, que se sientan demasiado lejos. Conversaciones extrañas, sin sentido, al menos ahora para mí.
Conversaciones que mantuve en la Universidad y que ahora me parecen lejanas y
demasiado abstractas o, mejor dicho, superfluas. Perfiles, utilidad de la
Psicología, aprovechamiento de los conocimientos, manipulación, persuasión. Cuánto daño el capitalismo, el liberalismo,
el neoliberalismo, el esclavismo, el todo vale, el fin justifica los medios, el usar por
encima de la propia persona. Lo superfluo.
Lo que se desvanece. Lo estereotipado. El producto sin necesidad alguna.
El bus sale a las once, lo pierdo por esperar a que J.A. se
compre una maldita hamburguesa. Pillar el de las doce que me deja a veinte minutos
de casa. Bajarme, tras una hora de viaje, en una gasolinera en las afueras
frías y lluviosas de Y. Son las una. S. sale del bus delante de mí, no saber
que S. es S. hasta que me pregunta ¿Alguien viene a recogerte?, mi temblorosa y
resignada respuesta: No. Entonces te llevamos mi marido y yo a casa, contesta
S. antes incluso de presentarse.
S. me hace sentir el calor de una humanidad que a veces se
me presenta extinta. Me hace sentir que existen personas que aún son capaces de
dar sin esperar nada a cambio. ¿Bondad?, no lo creo, en verdad creo que es calidad
del fondo de las personas que han sabido conservar las redes de apoyo y
solidaridad. El reconocimiento mutuo en las otras. Hay luz. No todo es la inmensa selva.
Hoy llego a casa menos tarde de lo que podría haber llegado.
También llego a casa con algo más de paz. Echaré de menos a J., aún siento su olor impregnado en las
sábanas, su calor en la distancia, otra luz en la selvática oscuridad.
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